El ser humano (Homo sapiens, del latín homo ‘hombre’ y sapiens ‘sabio’) es una especie de primate perteneciente a la familia de los homínidos. También son conocidos bajo la denominación genérica de «hombres», aunque ese término es ambiguo y se usa también para referirse a los individuos de sexo masculino y, en particular, a los varones adultos.2 3 Los seres humanos poseen capacidades mentales que les permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia, y tecnología. Los humanos son animales sociales, capaces de concebir, transmitir y aprender conceptos totalmente abstractos.
Se consideran Homo sapiens de forma indiscutible a los que
poseen tanto las características anatómica de las poblaciones humanas
actuales como lo que se define como «comportamiento moderno». Los restos
más antiguos de Homo sapiens son los de Omo I, llamados hombres de Kibish, (Etiopía) con 195 000 años. La evidencia más antigua de comportamiento moderno son las de Pinnacle Point (Sudáfrica) con 165 000 años.
Pertenece al género Homo
que fue más diversificado, y durante el último millón y medio de años
incluía otras especies ya extintas. Desde la extinción del Homo neanderthalensis, hace 45 000 años y del Homo floresiensis, hace unos 12 000 años, el Homo sapiens es la única especie conocida del género Homo que aún perdura.
Hasta hace poco, la biología utilizaba un nombre trinomial Homo sapiens sapiens para esta especie, pero más recientemente se ha descartado el nexo filogenético entre el neandertal y la actual humanidad,4 por lo que se usa exclusivamente el nombre binomial. Homo sapiens pertenece a una estirpe de Primates, los hominoideos. Aunque el descubrimiento de Homo sapiens idaltu en 2003 haría necesario volver al sistema trinomial, la posición taxonómica de este último es aún incierta.5 Evolutivamente se diferenció en África y de ese ancestro surgió la familia de la que forman parte los homínidos.
Filosóficamente,
el ser humano se ha definido y redefinido a sí mismo de numerosas
maneras a través de la historia, otorgándose de esta manera un propósito
positivo o negativo respecto de su propia existencia. Existen diversos sistemas religiosos e ideales filosóficos que, de acuerdo a una diversa gama de culturas
e ideales individuales, tienen como propósito y función responder
algunas de esas interrogantes existenciales. Los seres humanos tienen la
capacidad de ser conscientes de sí mismos, así como de su pasado;
saben que tienen el poder de planear, transformar y realizar proyectos
de diversos tipos. En función a esta capacidad, han creado diversos
códigos morales y dogmas
orientados directamente al manejo de estas capacidades. Además, pueden
ser conscientes de responsabilidades y peligros provenientes de la naturaleza, así como de otros seres humanos.
El nombre científico, es el asignado por el naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778) en 1758,6 alude al rasgo biológico más característico: sapiens
significa «sabio» o «capaz de conocer», y se refiere a la consideración
del ser humano como «animal racional», al contrario que todas las otras
especies. Es precisamente la capacidad del ser humano de realizar
operaciones conceptuales y simbólicas muy complejas —que incluyen, por ejemplo, el uso de sistemas lingüísticos muy sofisticados, el razonamiento abstracto y las capacidades de introspección y especulación— uno de sus rasgos más destacados. Posiblemente esta complejidad, fundada neurológicamente en un aumento del tamaño del cerebro
y, sobre todo, en el desarrollo del lóbulo frontal, sea también una de
las causas, a la vez que producto, de las muy complejas estructuras
sociales que el ser humano ha desarrollado, y que forman una de las
bases de la cultura,
entendida biológicamente como la capacidad para transmitir información y
hábitos por imitación e instrucción, en vez de por herencia genética.
Esta propiedad no es exclusiva de esta especie y es importante también
en otros primates.
Linneo clasificó al hombre y a los monos en un grupo que llamó antropomorfos, como subconjunto del grupo cuadrúpedos,
pues entonces no reconocía signos orgánicos que le permitieran ubicar
al ser humano en un lugar privilegiado de la escala de los vivientes.
Años más tarde, en el prefacio de Fauna suecica, manifestó que
había clasificado al hombre como cuadrúpedo porque no era planta ni
piedra, sino un animal, tanto por su género de vida como por su
locomoción y porque además, no había podido encontrar un solo carácter
distintivo por el cual el hombre se diferenciara del mono; en otro
contexto afirmó sin embargo que considera al hombre como el fin último
de la creación. A partir de la décima edición de Systema naturae reemplazó a los cuadrúpedos por los mamíferos y como primer orden de estos, puso a los primates, entre los cuales colocó al hombre. Linneo tuvo el mérito de dar origen a un nuevo e inmenso campo epistemológíco, el de la antropología,
si bien se limitó a enunciarlo y no lo cultivó. A él tendrán que
remitirse todos los científicos posteriores, tanto para retomar sus
definiciones como para criticarlas. En 1758 se definió al Homo sapiens linneano como una especie diurna que cambiaba por la educación y el clima.
En la actualidad existen defensores de incluir al ser humano, chimpancé (Pan troglodites) y bonobo (Pan paniscus)
en el mismo género, dada la cercanía filogenética, que es más estrecha
que la que se encuentra entre otras especies animales que sí están
agrupadas genéricamente.7
El organismo humano, como el de todos los mamíferos, posee un alto
nivel de complejidad, pues cada órgano, tejido, aparato y sistema, está
en compleja interrelación que lo mantiene en funcionamiento. Sobre él
han surgido a lo largo de la historia movimientos artísticos y
científicos para admirarlo y tratar de comprenderlo.
En cuanto a su locomoción y movimiento, es uno de los más plásticos
del reino animal, pues existe una amplia gama de movimientos posibles,
lo que le capacita para actividades como el arte escénico y la danza, el deporte y un sinnúmero de actividades cotidianas. Asimismo destaca la habilidad de manipulación, gracias a los pulgares oponibles, que le facilitan la fabricación y uso de instrumentos.
La especie humana posee un notorio dimorfismo sexual en el nivel anatómico, por ejemplo, la talla media actual entre los varones caucásicos (si crecen bien nutridos y con poco estrés) hacia los 21 años es de 1.75 m, la talla media de las mujeres caucásicas en iguales condiciones es de 1.62 m, y los pesos promedios respectivos son de 75 kg y 61 kg respectivamente; aunque sí se ha notado una «tendencia secular» al aumento de las tallas (especialmente durante el siglo XX).
Entre otras implicaciones, la importancia del lenguaje simbólico en el Homo sapiens, hace que los significantes sean los soportes del pensar o los pensamientos. En nuestra especie, el pensar humano, a partir de los tres años y medio de edad se hace prevalentemente simbólico.
Asociado con lo anterior (y esto lo explica el psicoanálisis),
debe notarse que la especie humana es prácticamente la única que se
mantiene en celo sexual continuo: es realmente destacable que en la
especie humana no exista un estro
propiamente dicho. En las mujeres existe un ciclo de actividad ovárica
en virtud del cual existen cambios fisiológicos en todo su sistema
reproductivo y del cual derivan ciertos cambios de conducta. Sin
embargo, como en las mujeres la aceptación sexual no se circunscribe a
una parte del ciclo reproductivo, no se debería usar el término "estro" o "celo" en el ser humano, dado que la aceptación sexual es independiente de su ciclo reproductivo. Ya entre chimpancés y, sobre todo, bonobos, se nota una conducta próxima.
Ahora bien; dada la dificultad de vivir solamente practicando relaciones sexuales, un "mecanismo" evolutivo compensatorio habría sido el de la sublimación
–la cual se considera asociada a la existencia de un lenguaje y un
pensar simbólicos–, si se da una sublimación esto parece significar que,
también se da una represión (en el sentido freudiano) que origina a lo inconsciente. El Homo sapiens es, en este sentido, un animal pulsional. Según la reflexología de Pavlov el Homo sapiens no
se restringe a un "primer sistema de señales" (el de estímulo/respuesta
y respuesta a un estímulo substitutivo), sino que el ser humano se
encuentra en un nivel de "segundo sistema de señales". Este segundo
sistema es, principalmente el del lenguaje simbólico que permite una heurística, que es la capacidad para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines.
Por otra parte, la especie humana es de las pocas, junto con el bonobo (Pan paniscus) en el reino animal que copula cara a cara, lo cual tiene implicaciones emocionales de gran relevancia para la especie.
Cabe anotar que con el surgimiento de la teoría de la inteligencia emocional,
desde la psicología sistémica, el ser humano no debe reducirse a sus
pulsiones, las cuales sublima o reprime, sino que se entiende como un
ser sexuado, que vive esta dimensión en relación con la formación recibida en la familia y la sociedad. La sexualidad se forma entonces desde los primeros años y se va entendiendo como una vivencia procesual acorde a su ciclo vital y su contexto socio-cultural.
A diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de las otras especies sexuadas, la mujer sigue viviendo mucho tiempo tras la menopausia. En las otras especies la hembra suele fenecer al poco tiempo de llegada la misma.
La cantidad máxima natural de prole que puede tener una mujer parece estar en los 25 hijos.[cita requerida]
Por la indicada prematuración, la madurez sexo-genital es –en relación a otras especies– muy tardía entre los individuos de la especie humana, actualmente en muchas zonas la menarquia
está ocurriendo a los 11 años, esto significa que, aunque la madurez
sexo-genital es siempre lenta en la especie humana, existe un
adelantamiento de la misma respecto a épocas pasadas (del mismo modo
suele darse una menopausia cada vez más tardía). Pero si la madurez
sexo-genital es tardía en la especie humana, aún más suele serlo la
madurez intelectual y, en especial la madurez emotiva.
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